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Vuelven los 'perros de la guerra'

Gobiernos como el de Estados Unidos encargan algunas de sus operaciones militares en el extranjero a empresas privadas, que a menudo operan en un vacío legal sin control de sus actividades

El sector se disparó a raíz de la invasión de Irak, ganó mucho dinero con las operaciones subcontratadas y fue legitimado por los grandes contratos concedidos por el Gobierno estadounidense

Cuando eres soldado en el Ejército, y estás atacando a un enemigo junto a otros soldados, no sabes si ha sido tu arma, tu bala, la que ha matado a alguien. "Preferiría no saberlo", dice Stephen Friday, que pasó doce años en el Ejército británico antes de convertirse en 2008 en PMC  (siglas en inglés de personal militar privado). Trabajó en Irak y en Afganistán. La primera vez en la vida que disparó a alguien y lo supo "fue como PMC". "Los tiroteos eran mucho más cercanos, más personales", explica. También más peligrosos. Como soldado, estuvo una vez bajo el fuego durante siete horas en Bagdad, pero como PMC "diría que fue peor".

"Cuando estás en el Ejército, tienes un ejército detrás de ti. Como PMC, no puedes pedir respaldo, no puedes pedir misiones de apoyo. Sin duda, los peores incidentes que he sufrido han sido como PMC y no en el Ejército", afirma. Friday ha sido disparado por francotiradores, ha sobrevivido a varias bombas escondidas en la carretera y a un ataque con granada. Una vez, una bala impactó contra el cristal blindado de su vehículo a unos centímetros de su cabeza. "Hubo una época en 2009 en la que, durante unos tres meses, probablemente perdíamos compañeros cada dos o tres días. Era violento, y duro emocionalmente".

¿Por qué lo hizo? Por dinero, por supuesto. Había épocas en las que podía ganar hasta 10.000 libras al mes (unos 13.000 euros) libres de impuestos. Sus contratos, como muchos de los de los PMC, se hacían deliberadamente para favorecer la evasión fiscal, al limitar la cantidad de tiempo que pasaba en Reino Unido. ¿Cómo se sentiría si le llamaran mercenario? "Me parecería ofensivo", dice Friday.

"Sin duda había mercenarios ahí fuera. Yo estoy aquí sentado diciendo que lo hacía por dinero y eso es algo que podría sonar parecido a ser un mercenario, pero hay ciertos estereotipos que no se cumplen en mi caso", explica. Nos reunimos en el pequeño negocio que montó con el dinero que había ahorrado antes de dejar el trabajo en 2014, y a pesar de las primeras impresiones –está lleno de tatuajes, tiene una voz ronca y está cuadrado como una roca–, parece sorprendentemente amable y considerado.

Asegura que había diferencias importantes entre él y la idea estereotipada del mercenario. Se esforzó en integrarse en las comunidades locales y se hizo amigo de compañeros iraquíes y afganos con los que sigue teniendo contacto. Veía el sorprendente comportamiento de otros PMC, en especial de los estadounidenses, y pensaba que al menos no era como ellos. Pero no deja de ser una cuestión de dinero.

"No puedo dar lecciones de moral", admite mientras se recuesta en la silla. Trabajar de soldado en el Ejército debe de ser bastante fácil para tu conciencia: pienses lo que pienses de la política exterior, la decisión de ir a la guerra la tomaron parlamentarios electos en una votación, se supone que estás protegiendo los intereses británicos y puede haber algún tipo de factor humanitario, aunque sea erróneo. Pero cuando eres PMC haciéndolo por dinero y trabajando en representación de una empresa, ¿eso hace diferente apretar el gatillo? "Sin duda. Como digo, no puedo dar lecciones de moral".

Esta semana, la organización War On Want  publicó un informe que destaca que las empresas británicas dominan la amplia industria militar y de seguridad, que, según se estima, está valorada entre los 100.000 y los 400.000 millones de dólares al año. El sector se disparó a raíz de la invasión de Irak, ganó mucho dinero con las operaciones subcontratadas y fue legitimado por los grandes contratos concedidos por el Gobierno estadounidense. Muchas de las grandes empresas actuales están gestionadas por antiguos altos mandos militares.

El lenguaje se suaviza y se hace más corporativo: se "gestionan" riesgos y "oportunidades" y hay "servicios sobre el terreno", "contratistas" y "asesores". También se hacen lavados de imagen: Blackwater, la infame empresa militar estadounidense cuyos empleados abrieron fuego contra civiles iraquíes en septiembre de 2007, mataron a 17 e hirieron a 20, ha pasado por dos cambios de nombre.

"Hicimos nuestra primera investigación sobre esto hace diez años, cuando se desató la locura en torno a Irak y Afganistán", explica el director ejecutivo de  War on Want, John Hilary. "Nos dimos cuenta de dos cosas. La primera: las empresas militares privadas operaban en un vacío legal, no hay ninguna regulación de sus actividades. La segunda: a consecuencia de eso, algunas estaban implicadas en situaciones cada vez más cuestionables".

"Su función de seguridad se amplió al área de lo que consideraríamos operaciones militares privadas, y se emplearon casi como fuerzas mercenarias en zonas de conflicto. Diez años después, el Gobierno británico ha dicho explícitamente que no está interesado en ningún tipo de regulación (de las empresas de seguridad privada), solo en la autorregulación", lamenta Hilary. El Gobierno suizo ha prohibido a las empresas de estas características radicadas en Suiza que participen en conflictos.

"Lo que ocurre con los mercenarios es que no tienen cadena de mando, no hay control de lo que hacen", explica un activista. "La acción de esos 'ejércitos' está generando disturbios y desestabilización..LEER NOTICIA COMPLETA