SEGÚN el Barómetro Socioeconómico de Sevilla (Fundación Antares), los sevillanos suspenden las setas de la Encarnación, las restricciones de acceso al centro histórico a través de videovigilancia y la torre Pelli. Y dan la nota más alta a la restauración de la Plaza de España.

El sevillano Aníbal González le mete un gol al germano Mayer. Fachas que somos, dirán los adictos y estabulados. Que las setas son un disparate arquitectónico mal proyectado y peor desarrollado, falsa modernidad que se queda vieja al día siguiente de inaugurarse, escandaloso derroche que ha multiplicado por dos el presupuesto inicial y agresión al casco histórico, no se oculta más que a los incondicionales para quienes en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, sino del color del partido con que se mira. Es decir, quienes juzgan la bondad o maldad de algo, su oportunidad o inoportunidad, buena o pésima ejecución y financiación, según lo haga el PSOE o el PP.

Hechas bajo mandato popular, las setas habrían suscitado las iras de quienes ahora las aplauden. No se olvide que el mismo partido que ha destrozado la Alameda, enlosao y deforestado la Avenida para peatonalizarla o alterado tan gravemente la fisonomía de la plaza de San Lorenzo -al igualar en altura su zona central para embutirla en un churretoso mar de losas grises-, y que ahora planea reventar la plaza del Cristo de Burgos con una boca de Metro, se erigió en defensor a ultranza de la fisonomía tradicional de esta última plaza y prohibió desde la Delegación de Cultura su reforma. ¿Por qué? Muy fácil: Urbanismo estaba en manos del PA y Cultura era del PSOE. En cuanto los suyos llegaron al Ayuntamiento a Cultura le pareció estupendo lo que se hiciera. Si no se lo parecía, cerraba los ojos. Y si el escándalo se los abría a la fuerza, hacía como el valentón cervantino: "miró al soslayo, fuese, y no hubo nada". Valga esto para restos almohades, laredicidiopiel sensible, remodelación de la Puerta de Jerez, atentados patrimoniales antes descritos y todas las tropelías cometidas estos últimos años en Sevilla.

La cuestión se reduce a esto: ¿lo ha hecho el PSOE? Pues entonces es bueno, moderno y progresista. Porque no vale lo que se haga, sino quién lo haga. En esto los socialistas hispalenses son españolísimos, castellanos viejos y descendientes de la pata del Cid que enjuician las obras según, no sus méritos o deméritos, sino la limpieza de partido (antes de sangre) de quien las haga. Contra ello se rebeló el judeoconverso Cervantes, dándole la vuelta con aquello de: "Cada cual, Sancho, es hijo de sus obras".

 

FUENTE: www.diariodesevilla.es