Indignación de los comerciantes ante la oleada de robos en Son Oliva

La indignación aumenta en Son Oliva, al igual que los robos. Comercios, bares y tiendas de alimentación se han alzado en pie de guerra ante la oleada de siniestros que asola la barriada en las últimas semanas. Ni las medidas adoptadas por algunos de los establecimientos ni la intervención policial en algunos de los casos han evitado que los incidentes se repitan.

Hasta el momento, entre quince y veinte locales se han visto perjudicados por destrozos y sustracciones de diversa consideración. Tal y como relatan los damnificados a Crónica Balear, cada día amanece un nuevo establecimiento afectado. Al abrir las persianas, el panorama es desolador: los candados han sido fracturados y las persianas y barreras, forzadas. El dinero ha desaparecido. La alarma se extiende entonces por el resto de puntos de venta de la zona.

Los acontecimientos han obligado a los comerciantes a adoptar medidas inmediatas, como la instalación de alarmas, para evitar ser objeto de nuevos robos. Pero en algunos casos los hechos han vuelto a repetirse para desesperación de sus propietarios.

Uno de esos locales es la frutería Mel, ubicada en la esquina entre las calles Isaac Albéniz y José María Usandizaga. Su dueño, Luis, afirma que han cambiado tres veces los candados del local, pese a lo cual “vuelven a romperlos“.

No sólo eso. En cada una de las ocasiones, nada más llegar por la mañana, se percató de que las barreras del establecimiento también habían sido forzadas. Al parecer, los autores de los robos se sirven de un gato para coches con el que levantar la estructura metálica. Les basta un mínimo espacio por debajo para introducirse en el interior del establecimiento y acudir directos a la caja registradora.

“La primera vez nos robaron 300 euros. Creemos que uno de los causantes es un chico joven vestido de negro y ataviado con capucha“, relata Luis en base a las imágenes captadas por la cámara que ha instalado como consecuencia de los robos. El propietario asegura sentirse “muy cansado” y el hartazgo es visible en su rostro y en sus palabras.

Panaderías afectadas por los robos

De igual modo, una dependienta de una panadería situada en la calle Tomàs de Villanueva Cortés se muestra disgustada ante la epidemia de robos que planea sobre Son Oliva. Sólo una vez accedieron al local, forzando la persiana para echar mano de la caja registradora, pero fue suficiente para que, desde entonces, se mantengan vigilantes.

Los autores de los robos han llegado incluso a apoderarse de una máquina expendedora de bolas para niños, como le ha llegado a suceder a uno de los bares de la calle José María Usandizaga. “¿A quién se le ocurre salir corriendo con una máquina de bolas? ¿Cuánto dinero puede encontrar en ella?”, se preguntan, desconcertados, algunos de los comerciantes y vecinos del barrio.

Los talleres mecánicos, los gimnasios o los negocios de administración de fincas tampoco se han librado de las acometidas en sus locales. Uno de los trabajadores de Son Oliva Auto relata que ayer mismo forzaron la barrera del taller y se hicieron con un botín de más de mil euros.

En el interior del local, simulando el recorrido que los asaltantes habrían efectuado, el empleado muestra una cristalera hecha añicos. Tras ella había una caja en la que se encontraba guardado el dinero. Cuando los trabajadores acudieron a abrir el local, los billetes habían desaparecido y, a cambio, se encontraron todo invadido de cristales.

Gran repercusión en Son Oliva

Tras tomar fotos de los daños y llamar a la Policía de inmediato, los agentes comprobaron que no podían tomar las huellas de los autores de los hechos porque estos habían actuado con guantes, lo que impide su identificación.

Los clientes de los establecimientos se arremolinan y cuentan lo que, a su vez, otros les han contado. Y no varía un ápice la versión de unos y otros. Es la repercusión que los robos han generado en Son Oliva.

Desde una panadería de Isaac Albéniz, su dueño señala que no se ha visto afectado por la oleada de robos pero, aún así, muestra su indignación. Son frecuentes las alusiones de la gente que acude a su establecimiento en torno a las novedades que se registran: “Hoy han robado aquí, el otro día en el bar de la esquina, ayer entraron en el gimnasio aunque no llegaron a robar…” Y así prácticamente cada día.

“Todo sucede por las leyes de este país. Si las penas se endurecieran y los delincuentes en lugar de ir a hoteles fuesen a una cárcel de verdad, todo cambiaría”, proclama, enojado por la situación que atraviesan sus vecinos. La Policía Local y la Nacional se han personado en algunos de los establecimientos mientras otros comerciantes recriminan la escasez policial en la zona. Pero a todos les une un deseo: que pronto se detenga de quienes tanto daño, semana tras semana, están provocando en sus locales.

 

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Fuente: Cronicabalear